31 de marzo de 2007

ADIÓS A UN GRAN PROFESIONAL

El partido que enfrentó el pasado miércoles en Mallorca a las selecciones de España e Islandia, y que terminó con victoria por 1-0 del combinado dirigido por Luis Aragonés, fue especialmente emotivo para un hombre que durante los últimos treinta años nos ha narrado los partidos más importantes emitidos por Televisión Española.

José Angel De la Casa se despedía con la narración de este partido de tres décadas de retransmisiones, en las que ha llegado a estar presente en más de mil partidos de fútbol. Comenzó en 1977, contando lo que ocurrió en el partido del 75 Aniversario del Real Madrid, y treinta años después se ha visto obligado a abandonar su puesto de trabajo, devorado por el proceso de regularización de empleo que se está desarrollando en el ente público.

De la Casa tuvo un estilo particular, que no agrada a algunos, pero que a otros nos sigue trayendo grandes recuerdos del pasado. Su voz, inevitablemente ligada a los partidos de la selección española, ha estado presente en seis Mundiales y siete Juegos Olímpicos, además de multitud de partidos internacionales a nivel de selecciones o de clubes. Ha retransmitido las últimas vientiocho finales de Champions, y ha cubierto casi trescientos partidos del equipo nacional español.

Ahora está de moda el “tiki – taka” y retransmisiones más apasionadas, pero yo siempre he preferido el estilo pausado de José Angel. A lo sumo, me quedaría con el de Carlos Martínez en los primeros años de Canal +. Ahora el narrador de la cadena privada parece haberse subido al carro de los “gritones”, y sus comentarios, antes sosegados y prudentes, han derivado en desmesuradas narraciones, elevando en demasía la intensidad real del partido y cayendo en ocasiones en la vulgaridad de cualquier hincha que está en la grada.

Opino que, yo al menos, no necesito que me cuenten con tanto vocerío lo que estoy viendo a través de una pantalla de televisión (diferente es si el partido lo tienes que seguir por radio), y por eso siempre he preferido que si hay alguien al otro lado hablando, lo haga con tranquilidad y dejándome disfrutar del juego. En cierta ocasión localicé a través de mi parabólica un canal inglés, que retransmitía partidos de la Premier, y lo hacía sin comentarios, sólo con el sonido ambiente. Se esmeraban en una realización “a la inglesa”, sin demasiados cortes ni repeticiones, y con una cuidada colocación del ángulo de las cámaras, dando al telespectador la sensación real de estar en el primer anfiteatro de Stamford Bridge o Anfield Road. De vez en cuando ponían una imagen general del campo, muy detallada, de tal modo que sentías tener controlado todo lo que estaba pasando en el terreno de juego.

Las retransmisiones de José Angel De la Casa me traen a la memoria grandes eventos, partidos históricos, y gestas irrepetibles. Quizás por eso, y porque admiro su manera de trabajar, siempre le contaré como uno de los grandes, si no el más, que he conocido como comentarista. Su forma de cantar los goles, que a algunos les pareció “sosa”, creó un estilo que todos hemos imitado alguna vez. En cualquier caso, De la Casa nos ha acompañado durante muchos años, y merecía una despedida más digna que la que TVE le ha dado. Sirvan como homenaje humilde y particular estas palabras de recuerdo y admiración para una voz amiga.

26 de marzo de 2007

A VUELTAS CON EL DIEGO

Precisamente hoy día 26 de Marzo se cumplen dieciséis años de aquel episodio negro en la vida de Maradona, que hizo que a todos los que en tiempos pasados le habíamos admirado por sus innatas virtudes futbolísticas, se nos cayese de golpe el mito de entre las manos, rompiéndose su figura en mil pedazos. Fue tal día como hoy, en el año 1991, cuando se confirmó el primer positivo por cocaína en la carrera de Maradona, después de que nueve días antes, al término de un Bari – Nápoles, se le practicase al jugador argentino el control rutinario de cada partido. Era la punta de un iceberg que se intuía, pero que hasta aquel momento sólo los detractores del Pelusa habían denunciado, mientras el resto de admiradores del diez seguíamos negándonos a admitir la cruda realidad. Con aquel positivo ya no había dudas, habíamos pasado de la subjetiva opinión de la gente que envidiaba y malquería a Diego a toparnos de repente con algo mucho más tangible y demostrable, y eso, a quienes mantuvimos durante años a Maradona en el altar mayor del balompié mundial, nos dolió, y sobre todo nos decepcionó tanto, que su aura inmaculada, aquella que durante una década nos había permitido ver al astro como un mensajero divino, enviado para hacernos felices a millones de aficionados al fútbol, se desvaneció dejándonos huérfanos de magia.

Lo que siguió a aquel día fue un bochornoso cúmulo de oscuros episodios que terminaron por pisotear aquella aura, y dejar demasiadas veces en evidencia a una persona que, como tal, fue una mala caricatura del Diego futbolista. Semanas después, con Maradona ya en Buenos Aires, al cobijo de la presión mediática, se confirmaría la adicción de Maradona a la cocaína y otros estupefacientes. La policía argentina sorprendió al jugador, en compañía de dos señoritas, después de una noche de lujuria, con varios gramos de coca desperdigados por la habitación. Maradona, inhabilitado por la Federación Italiana de Fútbol por quince meses, había entrado en una espiral hacia un pozo sucio y oscuro. Salieron a la luz pública sus peores hábitos, su relación con la mafia napolitana, sus escabrosas compañías… todo un mundo de lujos, excesos y vicios que hasta entonces el futbolista y su entorno habían disimulado bastante bien, pero que a partir de aquel momento no fue un secreto para nadie.


Después de purgar sus pecados durante más de un año, volvió a los terrenos de juego, aunque no abandonó la mala vida que casi dio con sus huesos en la cárcel… o en la tumba. Vino a España, jugó en el Sevilla, en un intento de olvidar Nápoles, la ciudad de sus amores, pero también de sus peores pesadillas. En 1993 volvió a Argentina, y fichó por Newells. Sin apenas rodaje, Alfio Basile le volvió a llevar a la albiceleste, y partió con la selección argentina rumbo al Mundial de Estados Unidos. Allí, su segundo tropezón, y el que casi terminaría con su carrera deportiva. De nuevo en un control antidoping, después de derrotar a Nigeria por 2-1, la orina de Diego arrojó cinco sustancias prohibidas. Él se escudó en los médicos de la selección, asegurando que esas sustancias estaban en un medicamento que había tomado para la gripe. Fue sancionado de nuevo con quince meses de suspensión por la FIFA, y tuvo que abandonar la concentración de su selección, poniendo así punto final a su andadura con el equipo nacional argentino, con el que subió a los cielos del fútbol mundial en la década de los ochenta. Tras la sanción, volvió para jugar dos años con Boca Juniors, pero a la edad de treinta y siete años su cuerpo hinchado y envejecido por los excesos no le permitió continuar demostrando que aún tenía intactas sus cualidades técnicas. En 1997 se retiró definitivamente del fútbol. Posteriormente, probó como entrenador, pero una persona con el desorden interno de Maradona difícilmente podría llevar a cabo la misión de dirigir un equipo de fútbol, mucho menos aún si ese equipo es profesional. La experiencia no fue buena, y Diego terminó por apartarse definitivamente del fútbol.


Durante dieciséis años Diego ha luchado contra el mundo, y contra sí mismo sobre todo. En la última década, ha estado a punto incluso de morir. En 2000 tuvo que ser sometido a una cura de intoxicación, pues su consumo de drogas agravaba sus problemas cardíacos, lo que le llevaba irremediablemente a la tumba. A partir de entonces, con mucho seguimiento médico y la voluntad que le faltó en su época de jugador, Maradona ha conseguido enderezar el rumbo. En 2005, con casi ciento treinta kilos de peso, fue sometido a una operación de reducción de estómago, y en pocas semanas recuperó una figura que ni siquiera tuvo en su última etapa de jugador. Presume de ser amigo personal de importantes políticos internacionales, si bien su formación nunca fue como para llegar a pensar que Diego tiene preocupaciones de esa índole. Incluso llegó a presentar su propio programa de televisión, “La noche del 10”, que obtuvo importantes cuotas de audiencia en Argentina.


Las últimas noticias que he podido leer sobre “el Diego” dicen que su médico, Alfredo Cahe, anda preocupado porque Maradona ha vuelto a engordar y fuma cuatro puros habanos al día. Un problema al que debe poner solución, ya que su maltratado cuerpo no admite ya demasiados excesos. Maradona los hizo todos hace ya un tiempo, y ahora debe cuidar su salud si pretende seguir siendo una leyenda viva. Un periodista argentino sentenció hace un par de años que “Maradona no llegará a ser viejo”. Lo cierto es que su salud es muy frágil, sometida a demasiadas barbaridades, por una persona que nunca le dio verdadera importancia a nada. Tuvo cuanto soñó, pero todo lo dejó escapar. Lo peor puede ser que Diego no valore siquiera su propia vida, y termine cayendo de nuevo en viejas tentaciones que, esta vez, no le den una nueva oportunidad.

22 de marzo de 2007

TURNO PARA BERND

La máquina de devorar presidentes, estrellas mediáticas, y sobre todo entrenadores (seis en los últimos cuatro años) en que se ha convertido el Real Madrid después de que en el año 2003 Florentino Pérez cerrase, voluntariamente, y ante sorpresa general, uno de los ciclos más gloriosos de la Historia del club, ha iniciado ya los movimientos necesarios para contar, a partir del próximo 1 de Julio, con un nuevo técnico que dirija los destinos del equipo blanco, un equipo a la deriva que necesita ya, sin más demora, la consecución de un título de relevancia. Si los peores augurios se confirman, la presente temporada será la cuarta consecutiva que el club blanco no lleve a sus vitrinas un trofeo, algo que no ocurría desde que, en 1954, con la llegada de Alfredo Di Stéfano, el Madrid se hacía con el título de Liga, poniendo fin a siete años de sequía, que se habían iniciado después de que en el año 1947 se proclamase campeón de la Copa del Generalísimo. Desde entonces, nunca el equipo de Chamartín estuvo más de dos temporadas consecutivas sin lograr un trofeo de los denominados oficiales, como Liga, Copa, Supercopa o competición europea.


En los últimos años, el Madrid ha entrado en la dinámica del desorden y la imprevisión, para desesperación general de una afición que, históricamente, ha estado acostumbrada a una imagen de club modélica e imperial. Como en todos los clubes, en el Real Madrid también ha habido épocas más oscuras, pero la diferencia con la situación actual es que entonces siempre se supo dónde podía estar la solución, y hoy en día parece haberse perdido ese norte, con lo que el remedio a los problemas se va alargando en el tiempo.


La llegada de Fabio Capello el pasado verano, pareció ser el bálsamo esperado para una plantilla que en los últimos tiempos había pecado de vanidad, y parecía tener tomado al asalto el control del vestuario, del que salieron pitando, entre otros, el mismísimo José Antonio Camacho, quién lo iba a decir. El sargento Capello llegó a la capital con el aura de un salvador, como lo hiciera hace diez años. Entonces, el equipo, tras una mala campaña en la que ocurrió de todo (hasta Arsenio Iglesias fue entrenador), se había quedado fuera de Europa por segunda vez en la Historia, y el italiano fue llamado a devolver al Real Madrid al podio de los campeones. Finalmente, en una liga en la que sobresalió el mejor Ronaldo que se haya visto, con la camisola del F.C. Barcelona, el equipo blanco se hizo con el campeonato, preludio de la séptima Copa de Europa que conseguiría un año después.
Pero segundas partes nunca fueron buenas, dijo en cierta ocasión Miguel de Cervantes, y Fabio Capello podrá, a partir de ya mismo, corroborarlo en primera persona. El entrenador, pese a que el Madrid luchará por el título liguero hasta las últimas jornadas, no ha conseguido solucionar los problemas para los que principalmente fue contratado, devolver el orden al vestuario y establecer una jerarquía interna que sigue descontrolada. Él lo sabe, y no hace planes más allá de Junio, seguro de que su segunda estancia en Madrid durará lo mismo que la primera, una temporada, con la diferencia de que entonces se fue para algún día volver.
Toda vez que es seguro que el equipo tendrá nuevo entrenador a partir de Julio, se trata de localizar al más adecuado. Hasta ahora habían sonado nombres como José Mourinho, Rafa Benítez, Frank Rijkaard, el mismo Del Bosque o hasta Ronald Koeman. En las últimas semanas, y sobre todo gracias a la tremenda temporada que está haciendo el Getafe, el favorito en todas las apuestas es Bernd Schuster, un hombre que agrada en el entorno madridista, y que tiene todas las papeletas para convertirse en el cuadragésimo segundo entrenador del Real Madrid en sus 105 años de vida. Schuster ha demostrado que de fútbol sabe un rato. Ha sacado petróleo de los escasos recursos que ha tenido en sus equipos, a pesar de que aún no ha conseguido ningún título, y quizás esa sea la clave de por qué es el más indicado. El Madrid ahora mismo necesita un entrenador y una plantilla ávidos de títulos, gente con ambición, que devuelva al club al lugar que siempre le correspondió. Aunque Schuster, como todos los entrenadores que le han precedido, tendrá otras tareas a las que hasta ahora quizás no haya tenido que enfrentarse. Tareas menos técnicas, de más desgaste, que son las que terminan por aclarar qué entrenador es válido para el Madrid, y cual no. De entrada, y si quiere una plantilla acorde con sus perspectivas profesionales, deberá cribar el vestuario, y quedarse sólo con lo que realmente le sirve para afrontar el nuevo proyecto. Hace tiempo que el Real Madrid debió iniciar un proceso regenerativo serio, pero lo que se va haciendo en los últimos años es demasiado incoherente para que dé resultados.


Schuster tiene muchos puntos a favor para convertirse en un buen entrenador para el Real Madrid, aunque para ello deben darse otros condicionantes que los últimos entrenadores no han tenido en cuenta. Conoce el club, aunque después de casi veinte años las cosas han cambiado mucho, pero en sus dos años como jugador en Chamartín, debió de conocer su filosofía ganadora por encima de todo. Su carácter, que le originó ciertos problemas en su época de jugador, hace pensar que no se arrugará a la hora de tomar decisiones drásticas (en este sentido me recuerda más a un tipo como Camacho, honesto, capaz de renunciar a su cargo si las cosas no se hacen como él cree conveniente para los intereses del equipo), aunque actualmente es una persona mucho más relajada que cuando era futbolista. Aún recuerdo la llegada de Bernd al Madrid, en 1988. Llegaba tras un pleito judicial con José Luis Núñez, ex presidente del Barça, y su fichaje fue un golpe de efecto de Ramón Mendoza, que reforzaba al mítico Madrid de la “Quinta del Buitre”, en pleno festival de títulos ligueros (cinco consecutivos, 1986-1990), al tiempo que dejaba al equipo catalán sin una de sus máximas figuras. Su salida del club blanco fue también sonada, después de que el club se negara a pagarle la estancia de su mujer e hijos en una gira del equipo por EE.UU. Entonces dejó un equipo pentacampeón de Liga, subcampeón de Copa, y apeado de Europa por el gran Milán de Arrigo Sacchi. Las diferencias con la situación actual son evidentes, pero el alemán también ha evolucionado, y ahora tiene ante sí la oportunidad de su vida. Que pase Bernd.

¿SANCIONES INJUSTAS?

El Comité de Competición de la UEFA sancionó con siete meses de suspensión en las competiciones que el máximo organismo europeo organiza al jugador del Valencia, David Navarro, por el puñetazo con el que el defensa español rompió la nariz a Nicolás Burdisso, futbolista del Inter de Milán, el pasado día 6 de Marzo, después del partido Valencia – Inter, que supuso la clasificación del cuadro levantino para los cuartos de final de la Champions League. Esta misma semana, la FIFA, máximo organismo mundial del fútbol, y a instancia de la UEFA, ha decidido hacer extensiva esa sanción a todas las competiciones oficiales, ya sean a nivel de club o de selección nacional, cualquiera que sea su organizador y categoría, y también a los partidos amistosos nacionales e internacionales. David Navarro no podrá volver a saltar a un terreno de juego hasta el próximo mes de octubre. La medida, vista desde el punto de vista práctico y real, es de lo más coherente. Si un jugador puede llegar a hacer lo que Navarro hizo en la Champions, ¿por qué no va a hacerlo en la Liga española, en la Copa del Rey o incluso en un partido amistoso?


La sanción, ejemplarizante, ha sido recibida con revuelo en la ciudad del Turia, donde no terminan de encajar que el futbolista vaya a pasarse lo que queda de temporada (y parte de la que viene) en la nevera. En el club de Mestalla se han rasgado las vestiduras, saliendo en defensa de su jugador, como es lógico, aunque no sea demasiado ético. La UEFA ha atacado como debía, dándole al jugador donde realmente duele. El club le ha impuesto a Navarro una sanción económica de 6000 euros, un millón de las antiguas pesetas. Aún desconociendo el sueldo del futbolista, sin lugar a dudas me atrevo a decir que esa cantidad es aproximadamente lo que gana en tres o cuatro días de trabajo, echándolo por lo alto. Es decir, una cantidad para él insignificante, teniendo en cuenta el daño que el jugador le ha hecho a su club. Recordemos que el Valencia fue sancionado con algo más de 150.000 euros por “conducta impropia”, al tiempo que la imagen del equipo, tras la tángana de aquella noche, quedó seriamente dañada. Por no decir el contratiempo que puede suponer no poder contar con Navarro en siete meses, aunque el jugador, lógicamente, cobrará religiosamente su salario.


Lo preocupante es que, de un tiempo a esta parte, venimos comprobando cómo la violencia está dinamitando los cimientos de un deporte que, después de ciento cincuenta años, ha llegado a ser considerado el “rey” de todos los deportes, el que más expectación crea, y el más practicado en el planeta. Casi siempre, cuando ha habido que lamentar esa violencia en un campo de fútbol, la culpa ha recaído sobre los espectadores, o sobre los hinchas más radicales de los equipos. Pero hasta ahora muy pocas veces habíamos asistido a una demostración de irresponsabilidad como la que están protagonizando los propios profesionales, personas que, en muchos casos, están ganando sumas multimillonarias, y que se dejan llevar por los mismos instintos irracionales que los tan temidos e indeseados “hooligans” de cualquier país del mundo.
Los cortes de manga de Van Bommel al Bernabéu, los salivazos de Shalihamidzic a la grada del coliseo madridista, las irresponsables declaraciones de directivos y técnicos del Sevilla y el Betis antes, durante y después de la última eliminatoria copera entre ambos equipos, el innecesario calentamiento del ambiente antes del Valencia – Inter por parte de la directiva valencianista, con aquello de la “vendetta”, el puñetazo de Navarro a Burdisso…
Son demasiados malos ingredientes como para no caer en que el guiso se nos va a indigestar tarde o temprano. Después es muy fácil echarle la culpa a un “anónimo energúmeno” (que también los hay), pero muchas veces los verdaderos responsables son quienes más deberían cuidar las formas. “Es imposible - citando a Juande el día del botellazo que casi le cuesta la vida - estar siete días rajando en la prensa, calentando el ambiente, y después pedirle a 40000 personas que se comporten como corderitos”. Aún así, y después de que su equipo eliminase al Betis el pasado día 20 en el destierro de Getafe, Juande volvió a rajar con cierto menosprecio de su rival. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
Las sanciones, sean de la FIFA, la UEFA, la propia Federación Española o de cualquier Federación territorial, deben ser cada vez más ejemplarizantes, sin que les tiemble el pulso a la hora de imponérselas a cualquier directivo, técnico o jugador, sean quienes sean, y representen al equipo que representen. Se han conseguido importantes

progresos en asuntos tan espinosos, por ejemplo, como el racismo. Desde que la UEFA explicó su programa “anti racismo”, que incluía importantes sanciones a los clubes en cuyos estadios se registrasen incidentes racistas, fueron los propios clubes, coordinados por sus respectivas federaciones y ligas de fútbol, quienes propulsaron el lema “No al racismo”. En el caso de la violencia, y a pesar de la campaña “Fair Play” a nivel internacional, domésticamente no se han conseguido demasiados avances. Los clubes, casi siempre inmersos en intereses de todo tipo, escatiman demasiados esfuerzos cuando se trata de prevenir la violencia, y cuando lo hacen, como en el caso de Italia, suele ser una vez que la tragedia se ha consumado. Su labor, además de poner todos los medios técnicos y humanos posibles para evitar la presencia de los violentos en los estadios, debe ser también pedagógica, concienciando a los aficionados al fútbol de la no violencia, pero dando sus profesionales el primer ejemplo de cómo no crearla.