Hace treinta años, la Real Sociedad era el vigente Campeón
de Liga. Bicampeón de Liga, para ser más exactos. En las temporadas 1980/81 y
1981/82, había conseguido alzarse con el Título, destronando al Real Madrid,
que había conquistado las tres anteriores ediciones.
Real Sociedad 1980/81 |
La Real, con Alberto Ormaechea al frente, tenía un
equipazo. Casi con toda seguridad el
mejor equipo de la Liga española de la época. Prácticamente la totalidad de su
equipo titular estaba compuesto por internacionales, que habían participado, o
aún lo hacían, con la selección española, disputando el Mundial de Argentina en
1978, la Eurocopa de Italia en 1980 o los partidos de preparación para el
Mundial de España en 1982. Arconada, Celayeta, Perico Alonso, Zamora,
Satrústegui o López Ufarte fueron fijos en las convocatorias de Ladislao Kubala
primero, y José Emilio Santamaría después. Formaban la columna vertebral de la
Real Sociedad bicampeona a principios de los ochenta, y eran parte importante
del combinado nacional.
En 1981, la Real se hizo con el Título de Liga en la última
jornada, en aquel inolvidable partido en El Molinón, donde Jesús Mari Zamora
hizo el 2-2 ante el Sporting en el minuto 89, arrebatándole la Liga al Madrid,
que había ganado en Zorrilla 1-3 al Valladolid, y festejaba ya el campeonato
sobre el césped pucelano. Quedaron empatados a 45 puntos, en una época en que
la victoria computaba dos puntos, y no tres como ahora. La Primera División
estaba compuesta por dieciocho equipos, en lugar de los veinte actuales. Eran
cuatro partidos menos.
Real Sociedad - Athletic 1981/82 |
Al año siguiente, prácticamente con la misma plantilla, los
donostiarras repetirían Título. De nuevo, en la última jornada, volvían a
depender de sí mismos. Recibían en Atocha al Athletic de Bilbao, cuarto
clasificado. En segunda posición perseguía a los txuri urdin el Barcelona, a dos
puntos de distancia, los que se había dejado en el Santiago Bernabéu la semana
anterior, perdiendo 3-1 contra el Real Madrid. La Real había empatado a cero en
Pamplona, y con ese punto conseguía romper el empate con el que vascos y
catalanes compartían el liderato hasta esa semana. Así que, con un punto de
ventaja, la Real Sociedad se jugaba ante el Athletic, en la última jornada, y
ante su parroquia, ser Campeón de Liga por segundo año consecutivo. El
Barcelona, que no lo era desde 1974, ansiaba hacerse con el trofeo, pero para ello
debía ganar al Betis en el Camp Nou, y esperar el tropiezo de la Real. Y no
sucedió ni lo uno ni lo otro. El equipo donostiarra se deshizo del bilbaíno con
relativa facilidad, 2-1, y el Barcelona, después de llegar al descanso 2-0, fue
incapaz de evitar dos goles del Betis (el 2-2 de un madridista reconocido, Poli
Rincón), dejando la Liga en bandeja a la Real Sociedad.
Real Sociedad 1981/82 |
Pero mientras todo eso sucedía en el campeonato doméstico,
la Real debutaba en la Copa de Europa de Campeones de Liga. Antes había jugado
cuatro ediciones de la Copa de la UEFA (1974/75, 1975/76, 1979/80 y 1980/81),
en las que su mejor clasificación la había obtenido en esa última, cayendo en
los octavos de final ante el Lokeren belga. Su participación en la máxima competición
continental, en la siguiente temporada, fue efímera. En la primera ronda,
dieciseisavos de final, le tocó en suerte el CSKA de Sofía búlgaro. Un rival no
excesivamente complicado, al que sin embargo le bastó un gol de Ionchev en el
último minuto del partido de ida, jugado en el Vasil Levski, para eliminar al
Campeón español. El partido de vuelta en Atocha terminó con el 0-0 inicial, y
la Real Sociedad dio así por terminada su actuación en la Copa de Europa por
ese año.
Hasta que, justo un año después, volvía a la escena continental, después de hacerse con su segunda Liga consecutiva. El rival en primera ronda era el Vikingur islandés. Era un equipo modesto, de una Liga de muy escaso nivel, pero, con la experiencia del año anterior, no había lugar para la relajación. En el partido de ida, jugado en Reykjavik, la Real consiguió un buen resultado, 0-1, con gol de Satrústegui. En la vuelta en Atocha, de nuevo Satrústegui, y Uralde, por dos veces, dieron el pase a octavos, en un partido que acabó 3-2 para los donostiarras.
En octavos esperaba el Campeón escocés, el Celtic de
Glasgow. La ida se jugó en San Sebastián, y la Real se impuso 2-0, con goles
de, cómo no, Satrústegui y Uralde. En Celtic Park, dos semanas después, la Real
se adelantó de nuevo por mediación de Peio Uralde, pero McLeod igualó antes del
descanso. Un hombre destacó por encima de todos para mantener el resultado en
tablas hasta casi el final del partido. Luis Miguel Arconada firmó en Glasgow
una actuación memorable, evitando varios goles del equipo escocés. Sólo McLeod
de nuevo, ya en el minuto ochenta y nueve, consiguió batir a Arconada, pero
para entonces la eliminatoria estaba ya decidida. Nuevo paso al frente.
Clasificada para cuartos de final, la Real Sociedad había conseguido ya su mejor
clasificación en competiciones europeas.
Y en esa eliminatoria, tocó en suerte el Sporting de Lisboa,
que tenía a Oliveira y Jordao como hombres más destacados, y que el año
anterior había conseguido imponerse a los dos grandes de Portugal, el Benfica y
el Oporto, en la Liga lusa. En el bombo había equipos como el Dinamo de Kiev,
la Juventus, el Liverpool, el Hamburgo o el Aston Villa, pero, de todos los
rivales fuertes, el Sporting de Lisboa parecía el menos. En el José Alvalade,
el Sporting se impuso por 1-0, con un gol en el minuto 89 de Manuel Fernandes.
La eliminatoria, pese al resultado, seguía totalmente abierta, pues había que
jugar la vuelta en Atocha, un campo que invitaba al optimismo. Abarrotado y
entregado, el estadio donostiarra llevó en volandas a su equipo. Juanan
Larrañaga hizo el 1-0 en la primera parte, y el jovencísimo José Mari Bakero, a
falta de veinte minutos para el final, hizo el 2-0 que eliminaba a los
portugueses, y ponía a la Real Sociedad en las semifinales de la Copa de Europa.
Hrubesch y Arconada, Capitanes |
Sólo quedaban tres equipos, además de la Real. Hamburgo,
Campeón alemán, Subcampeón de la Copa de la UEFA el año anterior y Campeón de
la Recopa de Europa en 1977. Juventus de Turin, Campeón italiano en siete de
los últimos diez años, y Campeón de la Copa de la UEFA en 1977, contra el
Athletic de Bilbao. Y por último, el Widzew Lodz, Campeón polaco en las dos
últimas temporadas, aparentemente el rival más asequible, pero que venía de
eliminar en cuartos de final al Liverpool, tres veces Campeón de Europa en las
cinco últimas ediciones. No había pues rivales favoritos, ni mucho menos
fáciles. Tocó el Hamburgo, que tenía hombres como Stein en la portería, Félix
Magath como organizador en el medio
campo, y Horst Hrubesch, un delantero imponente, titular y hombre destacado de
la selección alemana Subcampeona del mundo un año antes en el Mundial de
España. El mismo que, tres años antes, dio con dos goles a Alemania la Eurocopa
de Italia 1980, en la final contra Bélgica.
El partido de ida fue en Atocha. De nuevo, el vetusto
coliseo donostiarra reventó. Se llenó hasta la bandera de aficionados txuri
urdin que querían dar el último aliento a su equipo, en el partido que a la
postre sería, con el paso de los años, el último de Copa de Europa que vio el
viejo campo. Pero un equipo alemán siempre es un equipo alemán. Y la presión
del público no hizo mella en el cuadro hamburgués, que en el minuto 56 se
adelantaba por medio de Rolff, que batía a Arconada de un cabezazo inalcanzable.
A falta de un cuarto de hora para el final, Agustín Gajate, aquel corajudo
central, pareja tantos años de Alberto Górriz, aprovechaba un rechace dentro
del área tras el saque de un córner para batir a Stein, y dejar la eliminatoria
abierta para el partido de vuelta.
Diego, Larrañaga y Bakero celebran el gol del empate |
En el Volkspark Stadion de Hamburgo, el 20 de Abril de 1983,
la Real Sociedad tocó el cielo con la punta de los dedos. Durante más de una
hora, el equipo blanquiazul soñó con la Final de la Copa de Europa. Juanan
Larrañaga pudo hacer el 0-1. Pero fue Jakobs quien, cabeceando un córner, puso
la eliminatoria en ventaja para el Hamburgo. Jarro de agua muy fría, helada,
para la Real Sociedad, que, sin embargo, estaba dispuesta a vender cara su
derrota. Después de eliminar a Vikingur, Celtic de Glasgow y Sporting de
Lisboa, Hamburgo era la última estación antes de la gran Final de Atenas. Sólo
quedaba la heroica, y la Real, con un equipo hecho con gente exclusivamente de
casa, y con un estadio como Atocha, donde todo olía a fútbol del de verdad, del
auténtico, no podía dejar pasar la oportunidad de mostrar su lado más épico.
Había ganado sus dos únicas Ligas en la última jornada del campeonato,
sufriendo, casi pidiendo la hora. Lo de Hamburgo era un episodio más en la
ascensión de un equipo acostumbrado a sudar y sangrar cada éxito que obtenía.
Y lo hizo. Hizo lo más difícil. Igualó la eliminatoria. Arconada
sacó en largo. José Mari Bakero bajó la pelota pegado a la banda derecha, y
metió un pase a la frontal del área, donde apareció Diego Álvarez, un gallego
de Monforte de Lemos, que cumplía su novena temporada en San Sebastián. Diego
controló, avanzó unos metros y soltó un derechazo con toda la fuerza y la
convicción sumada de los miles de aficionados de la Real que, en tensión,
aguantaron la respiración hasta que el balón rebasó a Stein y estalló contra la
red de la portería alemana. El estallido fue también de voz, y de emoción. Lo
más difícil, igualar una eliminatoria en suelo teutón, se había conseguido.
Quedaban diez minutos para el final, y era el momento de mantener la calma y, por qué no, encomendarse a toda la
suerte que hasta ese día no había sido necesaria en toda la competición.
Pero el fútbol es caprichoso, a veces injusto, y muchas
veces cruel. Es difícil, y más aún en eliminatorias europeas, saber qué va a
ocurrir en la siguiente jugada. Ya son muchos los casos que hemos vivido,
alguno de ellos muy reciente, como el del Málaga en Dortmund hace apenas diez
días. Y, como en la derrota de los andaluces contra el Borussia, la Real
Sociedad sufrió también en Hamburgo la impotencia que genera perder algo tan
importante por un error arbitral. Sucedió sólo cuatro minutos después del gol
de Diego. El Hamburgo sacó un córner, prácticamente calcado al del 1-0. El
balón esta vez fue despejado por la defensa donostiarra, pero el rechace lo
recogió Magath en la frontal del área. Su disparo tropezó en Jakobs, y la
pelota le cayó franca a Thomas Von Heesen que, sólo ante Arconada, a cinco
metros de la portería, sólo tuvo que fusilar a placer. Resultó que el delantero
alemán (y también otro jugador del Hamburgo) estaba en posición de fuera de
juego en el momento en que Félix Magath disparó a puerta. Todos los jugadores
de la Real lo vieron, y también los del Hamburgo, porque unos y otros se
quedaron mirando al árbitro, el suizo Bruno Galler, esperando su decisión. Y su
decisión fue conceder el gol, a instancias de uno de sus jueces de línea que
era… alemán. Uno de los líneas de Galler se había
lesionado, y, en el descanso del partido, tuvo que ser sustituido. Hace treinta años, los árbitros viajaban
por Europa con la única compañía de sus dos jueces de línea, no como actualmente, que el equipo arbitral está compuesto por seis personas. Así pues, ante la
lesión del linier suizo, fue un alemán, de Hamburgo para más señas, quien se
hizo cargo del banderín durante el segundo tiempo. Hoy en día, un episodio así
sería impensable, pero hace treinta años esas cosas sucedían con frecuencia. El
Hamburgo terminaría ganando aquella edición de la Copa de Europa, con un gol de
Magath en la Final disputada en Atenas contra la Juventus de Turín.
Estadio de Atocha |