22 de marzo de 2007

¿SANCIONES INJUSTAS?

El Comité de Competición de la UEFA sancionó con siete meses de suspensión en las competiciones que el máximo organismo europeo organiza al jugador del Valencia, David Navarro, por el puñetazo con el que el defensa español rompió la nariz a Nicolás Burdisso, futbolista del Inter de Milán, el pasado día 6 de Marzo, después del partido Valencia – Inter, que supuso la clasificación del cuadro levantino para los cuartos de final de la Champions League. Esta misma semana, la FIFA, máximo organismo mundial del fútbol, y a instancia de la UEFA, ha decidido hacer extensiva esa sanción a todas las competiciones oficiales, ya sean a nivel de club o de selección nacional, cualquiera que sea su organizador y categoría, y también a los partidos amistosos nacionales e internacionales. David Navarro no podrá volver a saltar a un terreno de juego hasta el próximo mes de octubre. La medida, vista desde el punto de vista práctico y real, es de lo más coherente. Si un jugador puede llegar a hacer lo que Navarro hizo en la Champions, ¿por qué no va a hacerlo en la Liga española, en la Copa del Rey o incluso en un partido amistoso?


La sanción, ejemplarizante, ha sido recibida con revuelo en la ciudad del Turia, donde no terminan de encajar que el futbolista vaya a pasarse lo que queda de temporada (y parte de la que viene) en la nevera. En el club de Mestalla se han rasgado las vestiduras, saliendo en defensa de su jugador, como es lógico, aunque no sea demasiado ético. La UEFA ha atacado como debía, dándole al jugador donde realmente duele. El club le ha impuesto a Navarro una sanción económica de 6000 euros, un millón de las antiguas pesetas. Aún desconociendo el sueldo del futbolista, sin lugar a dudas me atrevo a decir que esa cantidad es aproximadamente lo que gana en tres o cuatro días de trabajo, echándolo por lo alto. Es decir, una cantidad para él insignificante, teniendo en cuenta el daño que el jugador le ha hecho a su club. Recordemos que el Valencia fue sancionado con algo más de 150.000 euros por “conducta impropia”, al tiempo que la imagen del equipo, tras la tángana de aquella noche, quedó seriamente dañada. Por no decir el contratiempo que puede suponer no poder contar con Navarro en siete meses, aunque el jugador, lógicamente, cobrará religiosamente su salario.


Lo preocupante es que, de un tiempo a esta parte, venimos comprobando cómo la violencia está dinamitando los cimientos de un deporte que, después de ciento cincuenta años, ha llegado a ser considerado el “rey” de todos los deportes, el que más expectación crea, y el más practicado en el planeta. Casi siempre, cuando ha habido que lamentar esa violencia en un campo de fútbol, la culpa ha recaído sobre los espectadores, o sobre los hinchas más radicales de los equipos. Pero hasta ahora muy pocas veces habíamos asistido a una demostración de irresponsabilidad como la que están protagonizando los propios profesionales, personas que, en muchos casos, están ganando sumas multimillonarias, y que se dejan llevar por los mismos instintos irracionales que los tan temidos e indeseados “hooligans” de cualquier país del mundo.
Los cortes de manga de Van Bommel al Bernabéu, los salivazos de Shalihamidzic a la grada del coliseo madridista, las irresponsables declaraciones de directivos y técnicos del Sevilla y el Betis antes, durante y después de la última eliminatoria copera entre ambos equipos, el innecesario calentamiento del ambiente antes del Valencia – Inter por parte de la directiva valencianista, con aquello de la “vendetta”, el puñetazo de Navarro a Burdisso…
Son demasiados malos ingredientes como para no caer en que el guiso se nos va a indigestar tarde o temprano. Después es muy fácil echarle la culpa a un “anónimo energúmeno” (que también los hay), pero muchas veces los verdaderos responsables son quienes más deberían cuidar las formas. “Es imposible - citando a Juande el día del botellazo que casi le cuesta la vida - estar siete días rajando en la prensa, calentando el ambiente, y después pedirle a 40000 personas que se comporten como corderitos”. Aún así, y después de que su equipo eliminase al Betis el pasado día 20 en el destierro de Getafe, Juande volvió a rajar con cierto menosprecio de su rival. El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
Las sanciones, sean de la FIFA, la UEFA, la propia Federación Española o de cualquier Federación territorial, deben ser cada vez más ejemplarizantes, sin que les tiemble el pulso a la hora de imponérselas a cualquier directivo, técnico o jugador, sean quienes sean, y representen al equipo que representen. Se han conseguido importantes

progresos en asuntos tan espinosos, por ejemplo, como el racismo. Desde que la UEFA explicó su programa “anti racismo”, que incluía importantes sanciones a los clubes en cuyos estadios se registrasen incidentes racistas, fueron los propios clubes, coordinados por sus respectivas federaciones y ligas de fútbol, quienes propulsaron el lema “No al racismo”. En el caso de la violencia, y a pesar de la campaña “Fair Play” a nivel internacional, domésticamente no se han conseguido demasiados avances. Los clubes, casi siempre inmersos en intereses de todo tipo, escatiman demasiados esfuerzos cuando se trata de prevenir la violencia, y cuando lo hacen, como en el caso de Italia, suele ser una vez que la tragedia se ha consumado. Su labor, además de poner todos los medios técnicos y humanos posibles para evitar la presencia de los violentos en los estadios, debe ser también pedagógica, concienciando a los aficionados al fútbol de la no violencia, pero dando sus profesionales el primer ejemplo de cómo no crearla.

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