Siempre he dicho que, para llevar a cabo con éxito cualquier
acción que te propongas, además de tener las condiciones y conocimientos
adecuados, has de tener la vocación suficiente para ello. En otras palabras,
saber lo que haces y cómo lo haces, y disfrutar con ello.
El fútbol no es ninguna excepción, más bien todo lo
contrario, y así, en mi caso, aunque tuve vocación de futbolista, me faltaron
todas las cualidades técnicas para serlo. Jugué al fútbol, como casi todos los
niños de mi generación, pero muy pronto supe que aquello no me llevaría
demasiado lejos. No era bueno con mi pierna derecha, tampoco lo era con la izquierda,
y con lo único que supe defenderme fue con mis manos, así que sin que nadie me
lo insinuase, ya desde mis primeros partidos con los amigos me colocaba entre
los dos jerseys que hacían de portería. Adquirí cierta técnica como portero,
incluso llegaron a decirme que no lo hacía del todo mal, pero nunca me vi
capacitado para intentar llegar a jugar de manera continuada. Una serie de
tempranas lesiones en mis rodillas me hicieron retirarme del fútbol a la edad
de diecinueve años, lo cual nunca sabré si fue una desgracia o un golpe de
fortuna.
Porque a partir de ahí comencé a mirar el fútbol desde otras
perspectivas. Lo intenté como entrenador en categorías inferiores, y he de
reconocer que, hasta la edad de cadete, disfruté siempre que entrené a un
equipo. Creo que, para el fútbol formativo, sí es posible que tuviese la
destreza necesaria. No lo vi tan claro cuando me metí en un vestuario con
jugadores que, en algunos casos, eran mayores que yo. En cuanto a los
conocimientos, digamos mejor que un entrenador, sea de la categoría que sea,
nunca debería dejar de aprender. Sabía cosas, y creo que los chicos que tuve
durante esos años aprendieron algo conmigo, pero me quedé en la línea
de salida, es verdad. Y me quedé porque vi pronto que me faltaba vocación para
ser entrenador. Nunca me atrajeron las tácticas, la estrategia, ni tener que
aguantar los corrillos de los vestuarios. Quizás porque soy una persona que me
gusta estar a bien con todo el mundo, les caiga yo a ellos mejor o peor, nunca
se me dio bien la gestión de grupos. Tampoco me estimulaba demasiado el hecho demostrado
de que, cuando las cosas van mal en un equipo, la carga cae siempre sobre los
hombros del entrenador, que además de la honra suele perder, casi de seguido,
su puesto de trabajo. Pude haberme dedicado a ser entrenador de porteros, pero
esa figura, no hace tantos años, era muy poco demandada por los equipos.
Y subí a la tercera planta. La de dirección y organización.
Allí fui directivo de varios clubes de fútbol, haciendo varias tareas relacionadas,
como coordinador o delegado de equipo. Casi por obligación, me convertí en
presidente del club de fútbol de mi pueblo, Casalarreina, con un equipo en
Regional Preferente. Fueron cuatro bonitos años en los que los resultados
deportivos acompañaron, pudimos restaurar nuestro maltrecho campo de fútbol y
dejamos una buena base consolidada para futuras temporadas. Incluso me metí en
un buen fregado, con la idea de crear fútbol base bajo la tutela de mi club
(pobre de mí), que no acabó bien porque nuestros vecinos de al lado así lo
quisieron. Pero de eso hablaré otro día.
Fueron pasando los años. De vez en cuando me volvía a
plantear iniciar el curso de entrenador, al menos para tener el nivel 1 y 2,
pero mi recurrente falta de vocación siempre me hacía llegar tarde a las
convocatorias. A través de la U.N.E.D. completé un curso de Dirección de
Entidades Deportivas, que me ocupó durante casi dos años, y en el tercero
llegué a obtener el título de Agente de jugadores RFEF (lo que antes llamaban
Agente FIFA). Lo primero me sirvió en mi experiencia como directivo, y fue un
dinero y un tiempo muy bien empleado. Lo de Agente fue una tontería más de las
muchas que hacemos a lo largo de la vida. Ahí sí que vi casi al instante la
falta de vocación, ya desde el mismo día del examen en Las Rozas, con Yola
Berrocal en el pupitre de detrás del mío. Desconozco si llegó a copiarme las
respuestas, pero me imagino que no, porque yo fui uno de los 29 candidatos (de
247 que fuimos ese día) que aprobaron el examen, y ella no superó la prueba.
Tras un breve periodo de tiempo colaborando con un par de Agentes,
dejé ese oscuro mundo para que les aproveche a quienes estén interesados en un
negocio que no considero limpio. Y caí, después de un año sabático que
necesitaba para volver a ilusionarme con el fútbol, en la Unión Deportiva
Logroñés, donde fui como Delegado del equipo filial, en Tercera División. Gonzalo
Santamaría, entrenador del equipo durante la primera mitad de la temporada, fue
quien hizo posible mi llegada al club. Siempre se lo agradeceré.
Sabía lo que hacía, conocía todos los Reglamentos
federativos casi de memoria, creo que tenía la destreza necesaria para tratar
con rivales y árbitros y, lo más importante, disfrutaba con todo ello. Terminé
la temporada doblando funciones, como Delegado del Tercera, y como Delegado de
Campo en los partidos que el primer equipo, en 2ª División B, jugaba en Las
Gaunas. Fue un buen año, empañado únicamente por la destitución de Gonzalo en
el mes de Febrero, y por una recta final un tanto tenebrosa. Pero mereció la
pena, por la cantidad de buenos amigos que hice en esos meses, y por la bonita
experiencia vivida.
Entrenamiento en Las Gaunas |
Esta última temporada la inicié de nuevo como Delegado del
filial, esta vez a las órdenes de David Ochoa. En apenas dos semanas el vínculo
con los chavales y con todo el cuerpo técnico fue total, una maravilla de
grupo. Todo iba rodado, volvía a disfrutar del fútbol, haciendo además lo que
sé hacer, ayudar a que las cosas funcionen mejor. O intentarlo al menos. Me
considero una herramienta más al servicio del equipo. Ellos, jugadores y
entrenadores, son las piezas claves, pero necesitan de otros elementos que les
faciliten su trabajo. Y ahí intento estar yo.
Por eso, cuando el Director Deportivo, José Ignacio, me propuso a finales de Octubre pasar a formar parte de la primera plantilla como utillero, no me lo pensé dos veces. Conviene aclarar que la palabra correcta es “utilero” (el encargado de los útiles de trabajo), pero así sólo nos conocen en Sudamérica. Aquí somos los utilleros, de toda la vida, aunque ahora nos digan “Encargados de Material”.
Vestuario de Las Gaunas, 24 horas antes de un partido |
Reconozco que soy un privilegiado por poder entrar cada
mañana en el vestuario de mi equipo y preparar la ropa que van a utilizar los
chicos durante el entrenamiento, poner a punto los balones y el resto de
material, recordar que tengo que sacar agua para que se hidraten durante la
sesión (a pesar de que algún día se me olvida por las prisas y me cuesta una
carrera), ayudarles si lo necesitan con los tacos de sus botas, estar a las
órdenes de los entrenadores para facilitarles todo el material que necesiten,
ayudarles a poner conos, chinos, retirarlos, recoger balones, volver a poner lavadoras y lavadoras después de cada entrenamiento…
En un vestuario hay mucha actividad |
Ya qué voy a decir del día de partido. Son jornadas
agotadoras, pero disfruto como un enano. Si los entrenamientos duran para mí cuatro horas más que para el resto del equipo (dos antes, y dos después), mis partidos empiezan muchas horas
antes del pitido inicial, y terminan otras muchas después del final.
Cuando jugamos en casa, me gusta dejar el vestuario preparado el día anterior,
porque soy un tío al que no le van las improvisaciones. Si viajamos, intento
dejar todo preparado de víspera, y un par de horas antes de salir en el autobús
vuelvo a revisar todo. A cientos de kilómetros de distancia, no es conveniente
dejarse nada olvidado en casa, aunque a veces (de momento a mí no, toco
madera), también sucede. Y después de los partidos, otro tanto, porque juguemos
en Las Gaunas o lo hagamos fuera, antes de irme a mi casa, aunque lleguemos a
Logroño a la una de la madrugada, dejo toda la ropa que se ha utilizado en el
partido lavando para que al día siguiente tenga tiempo de dejarla recogida.
Albelda, en un día de nieve |
Me siento, en definitiva, parte del grupo, y esa sensación
hace que no eche de menos no haber sido futbolista o entrenador, porque, en
realidad, me siento futbolista y entrenador todos los dias. Creo que tengo
capacitación para llevar a cabo este trabajo. En realidad, creo que todo el que
se lo propusiese sería capaz, porque el trabajo en sí no tiene nada de
especial, lo haría un niño. Pero tratar cada día con veinticinco personas, que
te demuestran un cariño y un respeto ilimitado en cada palabra que te dicen y
en cada gesto que te dedican, te exige a dar lo mejor de ti, profesional y
humanamente. En realidad, no estás dando nada que no te hayan dado antes ellos a tí.
Mi equipo entrena, yo ayudo a que entrene |
Es la vocación del utillero, un trabajo que consiste en servir a
los demás, en ayudar al futbolista a conseguir sus objetivos, poniendo a su
servicio tu lado más altruista. Y eso, al final, te hace sentir bien contigo
mismo, es una gozada. Somos una figura importante en un vestuario, no
sólo por el servicio meramente técnico que prestamos a los jugadores y a los
entrenadores, sino también por nuestro componente humano. A ti acuden los chicos
cuando necesitan algo, eres su amigo, su confidente y su cómplice en muchas
ocasiones. Te gastan bromas, se ríen de lo pato que puedes llegar a ser con
un balón en los pies, y notas en ellos un tremendo respeto y un cariño
desbordante, que compensan todos los esfuerzos y las horas de trabajo. No puedo negar que haber bajado de nuevo a los vestuarios me hace
sentir feliz con lo que hago, y todo debo agradecérselo a ellos. Por ellos
estoy ahí, y ellos son quienes me hacen sentir orgulloso de lo que hago. Y también, por supuesto, aunque esto no es necesario decirlo, mi familia, mi mujer y mis dos hijos, que son quienes soportan la parte mala de esta pasión mía. La parte que habla de las muchas horas fuera de casa, de las mañanas que salgo temprano cuando aún todos duermen, o de las noches que llego de un largo viaje, a las tantas de la madrugada, cuando ellos ya hace horas que están acostados. Como en la casa de cualquier utillero de un equipo de fútbol profesional.
Para mi opinión personal Pedro....se queda corto cualquier alabanza de lo que puede ser capaz alguien como tú un equipo como éste, de ello no me cabe duda.
ResponderEliminarGracias, Sergio. Tú comprendes lo que escribo, porque en realidad tu y yo somos, cada uno en nuestras funciones, muy parecidos, casi idénticos. Ponemos intensidad e ilusión en las cosas que hacemos, y eso nos hace sentir bien. No hay más que ver el éxito merecidísimo que has tenido en tres años de "carrera", y los que quedan!!
EliminarEnhorabuena por todo. Por tu trabajo, tu blog,... Yo nunca he estado relacionado con el futbol en activo.Desde crío no me motivaron a involucrarme. Siempre como aficionado de grada y ahí sigo. Es un bonito trabajo, duro como todos, pero ójala pudiera aprenderlo de alguien como tú, aunque fuera en clubes inferiores. algún día igual coincidimos en el entreno de la U.D.L. Un saludo. Jose Miguel Villarreal Alonso (en twitter: @condoserres)
ResponderEliminarCuándo a las cosas se les pone sentimiento , y se hacen con pasión , lo normal es qué el éxito esté asegurado. A partir de ahí , todo suele venir rodado. Agradecido enormemente por citar mi nombre ,pero he de decir , que yo también aprendí cosas y muchas al lado de Pedro y aunque la cosa no salió del todo bien ,por cosas que un entrenador no puede controlar y que no voy a detallar, el trabajo de Pedro fue impecable en el tiempo que yo estuve con él . Al final el fútbol a cada uno lo pone en su sitio , y su sitio no es otro , que estar dónde está . Mucha suerte Pedro , creo que nos encontraremos , más temprano que tarde . Un abrazo .
ResponderEliminarSe puede saber cuánto cobras? Aproximadamente, por favor.
ResponderEliminarque hay que estudiar para llegar a ser utilero?
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