20 de abril de 2013

EL DÍA QUE LA REAL SOCIEDAD TOCÓ EL CIELO CON LAS MANOS



Hace treinta años, la Real Sociedad era el vigente Campeón de Liga. Bicampeón de Liga, para ser más exactos. En las temporadas 1980/81 y 1981/82, había conseguido alzarse con el Título, destronando al Real Madrid, que había conquistado las tres anteriores ediciones.

Real Sociedad 1980/81
La Real, con Alberto Ormaechea al frente, tenía un equipazo.  Casi con toda seguridad el mejor equipo de la Liga española de la época. Prácticamente la totalidad de su equipo titular estaba compuesto por internacionales, que habían participado, o aún lo hacían, con la selección española, disputando el Mundial de Argentina en 1978, la Eurocopa de Italia en 1980 o los partidos de preparación para el Mundial de España en 1982. Arconada, Celayeta, Perico Alonso, Zamora, Satrústegui o López Ufarte fueron fijos en las convocatorias de Ladislao Kubala primero, y José Emilio Santamaría después. Formaban la columna vertebral de la Real Sociedad bicampeona a principios de los ochenta, y eran parte importante del combinado nacional.

En 1981, la Real se hizo con el Título de Liga en la última jornada, en aquel inolvidable partido en El Molinón, donde Jesús Mari Zamora hizo el 2-2 ante el Sporting en el minuto 89, arrebatándole la Liga al Madrid, que había ganado en Zorrilla 1-3 al Valladolid, y festejaba ya el campeonato sobre el césped pucelano. Quedaron empatados a 45 puntos, en una época en que la victoria computaba dos puntos, y no tres como ahora. La Primera División estaba compuesta por dieciocho equipos, en lugar de los veinte actuales. Eran cuatro partidos menos.

Real Sociedad - Athletic 1981/82
Al año siguiente, prácticamente con la misma plantilla, los donostiarras repetirían Título. De nuevo, en la última jornada, volvían a depender de sí mismos. Recibían en Atocha al Athletic de Bilbao, cuarto clasificado. En segunda posición perseguía a los txuri urdin el Barcelona, a dos puntos de distancia, los que se había dejado en el Santiago Bernabéu la semana anterior, perdiendo 3-1 contra el Real Madrid. La Real había empatado a cero en Pamplona, y con ese punto conseguía romper el empate con el que vascos y catalanes compartían el liderato hasta esa semana. Así que, con un punto de ventaja, la Real Sociedad se jugaba ante el Athletic, en la última jornada, y ante su parroquia, ser Campeón de Liga por segundo año consecutivo. El Barcelona, que no lo era desde 1974, ansiaba hacerse con el trofeo, pero para ello debía ganar al Betis en el Camp Nou, y esperar el tropiezo de la Real. Y no sucedió ni lo uno ni lo otro. El equipo donostiarra se deshizo del bilbaíno con relativa facilidad, 2-1, y el Barcelona, después de llegar al descanso 2-0, fue incapaz de evitar dos goles del Betis (el 2-2 de un madridista reconocido, Poli Rincón), dejando la Liga en bandeja a la Real Sociedad.

Real Sociedad 1981/82
Pero mientras todo eso sucedía en el campeonato doméstico, la Real debutaba en la Copa de Europa de Campeones de Liga. Antes había jugado cuatro ediciones de la Copa de la UEFA (1974/75, 1975/76, 1979/80 y 1980/81), en las que su mejor clasificación la había obtenido en esa última, cayendo en los octavos de final ante el Lokeren belga. Su participación en la máxima competición continental, en la siguiente temporada, fue efímera. En la primera ronda, dieciseisavos de final, le tocó en suerte el CSKA de Sofía búlgaro. Un rival no excesivamente complicado, al que sin embargo le bastó un gol de Ionchev en el último minuto del partido de ida, jugado en el Vasil Levski, para eliminar al Campeón español. El partido de vuelta en Atocha terminó con el 0-0 inicial, y la Real Sociedad dio así por terminada su actuación en la Copa de Europa por ese año.

Hasta que, justo un año después, volvía a la escena continental, después de hacerse con su segunda Liga consecutiva. El rival en primera ronda era el Vikingur islandés. Era un equipo modesto, de una Liga de muy escaso nivel, pero, con la experiencia del año anterior, no había lugar para la relajación. En el partido de ida, jugado en Reykjavik, la Real consiguió un buen resultado, 0-1, con gol de Satrústegui. En la vuelta en Atocha, de nuevo Satrústegui, y Uralde, por dos veces, dieron el pase a octavos, en un partido que acabó 3-2 para los donostiarras.

En octavos esperaba el Campeón escocés, el Celtic de Glasgow. La ida se jugó en San Sebastián, y la Real se impuso 2-0, con goles de, cómo no, Satrústegui y Uralde. En Celtic Park, dos semanas después, la Real se adelantó de nuevo por mediación de Peio Uralde, pero McLeod igualó antes del descanso. Un hombre destacó por encima de todos para mantener el resultado en tablas hasta casi el final del partido. Luis Miguel Arconada firmó en Glasgow una actuación memorable, evitando varios goles del equipo escocés. Sólo McLeod de nuevo, ya en el minuto ochenta y nueve, consiguió batir a Arconada, pero para entonces la eliminatoria estaba ya decidida. Nuevo paso al frente. Clasificada para cuartos de final, la Real Sociedad había conseguido ya su mejor clasificación en competiciones europeas.

Y en esa eliminatoria, tocó en suerte el Sporting de Lisboa, que tenía a Oliveira y Jordao como hombres más destacados, y que el año anterior había conseguido imponerse a los dos grandes de Portugal, el Benfica y el Oporto, en la Liga lusa. En el bombo había equipos como el Dinamo de Kiev, la Juventus, el Liverpool, el Hamburgo o el Aston Villa, pero, de todos los rivales fuertes, el Sporting de Lisboa parecía el menos. En el José Alvalade, el Sporting se impuso por 1-0, con un gol en el minuto 89 de Manuel Fernandes. La eliminatoria, pese al resultado, seguía totalmente abierta, pues había que jugar la vuelta en Atocha, un campo que invitaba al optimismo. Abarrotado y entregado, el estadio donostiarra llevó en volandas a su equipo. Juanan Larrañaga hizo el 1-0 en la primera parte, y el jovencísimo José Mari Bakero, a falta de veinte minutos para el final, hizo el 2-0 que eliminaba a los portugueses, y ponía a la Real Sociedad en las semifinales de la Copa de Europa.

Hrubesch y Arconada, Capitanes
Sólo quedaban tres equipos, además de la Real. Hamburgo, Campeón alemán, Subcampeón de la Copa de la UEFA el año anterior y Campeón de la Recopa de Europa en 1977. Juventus de Turin, Campeón italiano en siete de los últimos diez años, y Campeón de la Copa de la UEFA en 1977, contra el Athletic de Bilbao. Y por último, el Widzew Lodz, Campeón polaco en las dos últimas temporadas, aparentemente el rival más asequible, pero que venía de eliminar en cuartos de final al Liverpool, tres veces Campeón de Europa en las cinco últimas ediciones. No había pues rivales favoritos, ni mucho menos fáciles. Tocó el Hamburgo, que tenía hombres como Stein en la portería, Félix Magath  como organizador en el medio campo, y Horst Hrubesch, un delantero imponente, titular y hombre destacado de la selección alemana Subcampeona del mundo un año antes en el Mundial de España. El mismo que, tres años antes, dio con dos goles a Alemania la Eurocopa de Italia 1980, en la final contra Bélgica.

El partido de ida fue en Atocha. De nuevo, el vetusto coliseo donostiarra reventó. Se llenó hasta la bandera de aficionados txuri urdin que querían dar el último aliento a su equipo, en el partido que a la postre sería, con el paso de los años, el último de Copa de Europa que vio el viejo campo. Pero un equipo alemán siempre es un equipo alemán. Y la presión del público no hizo mella en el cuadro hamburgués, que en el minuto 56 se adelantaba por medio de Rolff, que batía a Arconada de un cabezazo inalcanzable. A falta de un cuarto de hora para el final, Agustín Gajate, aquel corajudo central, pareja tantos años de Alberto Górriz, aprovechaba un rechace dentro del área tras el saque de un córner para batir a Stein, y dejar la eliminatoria abierta para el partido de vuelta.

Diego, Larrañaga y Bakero celebran el gol del empate
En el Volkspark Stadion de Hamburgo, el 20 de Abril de 1983, la Real Sociedad tocó el cielo con la punta de los dedos. Durante más de una hora, el equipo blanquiazul soñó con la Final de la Copa de Europa. Juanan Larrañaga pudo hacer el 0-1. Pero fue Jakobs quien, cabeceando un córner, puso la eliminatoria en ventaja para el Hamburgo. Jarro de agua muy fría, helada, para la Real Sociedad, que, sin embargo, estaba dispuesta a vender cara su derrota. Después de eliminar a Vikingur, Celtic de Glasgow y Sporting de Lisboa, Hamburgo era la última estación antes de la gran Final de Atenas. Sólo quedaba la heroica, y la Real, con un equipo hecho con gente exclusivamente de casa, y con un estadio como Atocha, donde todo olía a fútbol del de verdad, del auténtico, no podía dejar pasar la oportunidad de mostrar su lado más épico. Había ganado sus dos únicas Ligas en la última jornada del campeonato, sufriendo, casi pidiendo la hora. Lo de Hamburgo era un episodio más en la ascensión de un equipo acostumbrado a sudar y sangrar cada éxito que obtenía.

Y lo hizo. Hizo lo más difícil. Igualó la eliminatoria. Arconada sacó en largo. José Mari Bakero bajó la pelota pegado a la banda derecha, y metió un pase a la frontal del área, donde apareció Diego Álvarez, un gallego de Monforte de Lemos, que cumplía su novena temporada en San Sebastián. Diego controló, avanzó unos metros y soltó un derechazo con toda la fuerza y la convicción sumada de los miles de aficionados de la Real que, en tensión, aguantaron la respiración hasta que el balón rebasó a Stein y estalló contra la red de la portería alemana. El estallido fue también de voz, y de emoción. Lo más difícil, igualar una eliminatoria en suelo teutón, se había conseguido. Quedaban diez minutos para el final, y era el momento de mantener la calma y, por qué no, encomendarse a toda la suerte que hasta ese día no había sido necesaria en toda la competición.

Pero el fútbol es caprichoso, a veces injusto, y muchas veces cruel. Es difícil, y más aún en eliminatorias europeas, saber qué va a ocurrir en la siguiente jugada. Ya son muchos los casos que hemos vivido, alguno de ellos muy reciente, como el del Málaga en Dortmund hace apenas diez días. Y, como en la derrota de los andaluces contra el Borussia, la Real Sociedad sufrió también en Hamburgo la impotencia que genera perder algo tan importante por un error arbitral. Sucedió sólo cuatro minutos después del gol de Diego. El Hamburgo sacó un córner, prácticamente calcado al del 1-0. El balón esta vez fue despejado por la defensa donostiarra, pero el rechace lo recogió Magath en la frontal del área. Su disparo tropezó en Jakobs, y la pelota le cayó franca a Thomas Von Heesen que, sólo ante Arconada, a cinco metros de la portería, sólo tuvo que fusilar a placer. Resultó que el delantero alemán (y también otro jugador del Hamburgo) estaba en posición de fuera de juego en el momento en que Félix Magath disparó a puerta. Todos los jugadores de la Real lo vieron, y también los del Hamburgo, porque unos y otros se quedaron mirando al árbitro, el suizo Bruno Galler, esperando su decisión. Y su decisión fue conceder el gol, a instancias de uno de sus jueces de línea que era… alemán. Uno de los líneas de Galler se había lesionado, y, en el descanso del partido, tuvo que ser sustituido. Hace treinta años, los árbitros viajaban por Europa con la única compañía de sus dos jueces de línea, no como actualmente, que el equipo arbitral está compuesto por seis personas. Así pues, ante la lesión del linier suizo, fue un alemán, de Hamburgo para más señas, quien se hizo cargo del banderín durante el segundo tiempo. Hoy en día, un episodio así sería impensable, pero hace treinta años esas cosas sucedían con frecuencia. El Hamburgo terminaría ganando aquella edición de la Copa de Europa, con un gol de Magath en la Final disputada en Atenas contra la Juventus de Turín.

Estadio de Atocha
En cualquier caso, y a pesar de que la Real Sociedad quedó eliminada con aquel gol, y no pudo acceder a la Final de la Copa de Europa, el recuerdo de su participación quedó grabado para siempre en la memoria colectiva txuri urdin. Aquel equipo, aunque fue perdiendo protagonismo y efectivos con el paso de las temporadas, se proclamaría Campeón de la Copa del Rey en 1987, y Sucampeón en 1988, y firmaría una participación memorable en la Copa de la UEFA 1988/89, en la que eliminaría al Dukla de Praga, Sporting de Lisboa (de nuevo) y Colonia, cayendo en cuartos de final frente a, otra vez, un equipo alemán, el Stuttgart, en la tanda de penaltis. En Alemania, el Stuttgart ganó 1-0. En la vuelta, Zamora igualó la eliminatoria, pero la Real no pudo evitar llegar a los penaltis, donde Arconada, en su último partido europeo, no pudo ser el héroe de tantas ocasiones. Fue también el último partido europeo de una generación inolvidable, y en un campo inolvidable, Atocha, que durante dos décadas mostró orgulloso al viejo continente todo su esplendor y su encanto.

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