Precisamente hoy día 26 de Marzo se cumplen dieciséis años de aquel episodio negro en la vida de Maradona, que hizo que a todos los que en tiempos pasados le habíamos admirado por sus innatas virtudes futbolísticas, se nos cayese de golpe el mito de entre las manos, rompiéndose su figura en mil pedazos. Fue tal día como hoy, en el año 1991, cuando se confirmó el primer positivo por cocaína en la carrera de Maradona, después de que nueve días antes, al término de un Bari – Nápoles, se le practicase al jugador argentino el control rutinario de cada partido. Era la punta de un iceberg que se intuía, pero que hasta aquel momento sólo los detractores del Pelusa habían denunciado, mientras el resto de admiradores del diez seguíamos negándonos a admitir la cruda realidad. Con aquel positivo ya no había dudas, habíamos pasado de la subjetiva opinión de la gente que envidiaba y malquería a Diego a toparnos de repente con algo mucho más tangible y demostrable, y eso, a quienes mantuvimos durante años a Maradona en el altar mayor del balompié mundial, nos dolió, y sobre todo nos decepcionó tanto, que su aura inmaculada, aquella que durante una década nos había permitido ver al astro como un mensajero divino, enviado para hacernos felices a millones de aficionados al fútbol, se desvaneció dejándonos huérfanos de magia.
Lo que siguió a aquel día fue un bochornoso cúmulo de oscuros episodios que terminaron por pisotear aquella aura, y dejar demasiadas veces en evidencia a una persona que, como tal, fue una mala caricatura del Diego futbolista. Semanas después, con Maradona ya en Buenos Aires, al cobijo de la presión mediática, se confirmaría la adicción de Maradona a la cocaína y otros estupefacientes. La policía argentina sorprendió al jugador, en compañía de dos señoritas, después de una noche de lujuria, con varios gramos de coca desperdigados por la habitación. Maradona, inhabilitado por la Federación Italiana de Fútbol por quince meses, había entrado en una espiral hacia un pozo sucio y oscuro. Salieron a la luz pública sus peores hábitos, su relación con la mafia napolitana, sus escabrosas compañías… todo un mundo de lujos, excesos y vicios que hasta entonces el futbolista y su entorno habían disimulado bastante bien, pero que a partir de aquel momento no fue un secreto para nadie.
Después de purgar sus pecados durante más de un año, volvió a los terrenos de juego, aunque no abandonó la mala vida que casi dio con sus huesos en la cárcel… o en la tumba. Vino a España, jugó en el Sevilla, en un intento de olvidar Nápoles, la ciudad de sus amores, pero también de sus peores pesadillas. En 1993 volvió a Argentina, y fichó por Newells. Sin apenas rodaje, Alfio Basile le volvió a llevar a la albiceleste, y partió con la selección argentina rumbo al Mundial de Estados Unidos. Allí, su segundo tropezón, y el que casi terminaría con su carrera deportiva. De nuevo en un control antidoping, después de derrotar a Nigeria por 2-1, la orina de Diego arrojó cinco sustancias prohibidas. Él se escudó en los médicos de la selección, asegurando que esas sustancias estaban en un medicamento que había tomado para la gripe. Fue sancionado de nuevo con quince meses de suspensión por la FIFA, y tuvo que abandonar la concentración de su selección, poniendo así punto final a su andadura con el equipo nacional argentino, con el que subió a los cielos del fútbol mundial en la década de los ochenta. Tras la sanción, volvió para jugar dos años con Boca Juniors, pero a la edad de treinta y siete años su cuerpo hinchado y envejecido por los excesos no le permitió continuar demostrando que aún tenía intactas sus cualidades técnicas. En 1997 se retiró definitivamente del fútbol. Posteriormente, probó como entrenador, pero una persona con el desorden interno de Maradona difícilmente podría llevar a cabo la misión de dirigir un equipo de fútbol, mucho menos aún si ese equipo es profesional. La experiencia no fue buena, y Diego terminó por apartarse definitivamente del fútbol.
Durante dieciséis años Diego ha luchado contra el mundo, y contra sí mismo sobre todo. En la última década, ha estado a punto incluso de morir. En 2000 tuvo que ser sometido a una cura de intoxicación, pues su consumo de drogas agravaba sus problemas cardíacos, lo que le llevaba irremediablemente a la tumba. A partir de entonces, con mucho seguimiento médico y la voluntad que le faltó en su época de jugador, Maradona ha conseguido enderezar el rumbo. En 2005, con casi ciento treinta kilos de peso, fue sometido a una operación de reducción de estómago, y en pocas semanas recuperó una figura que ni siquiera tuvo en su última etapa de jugador. Presume de ser amigo personal de importantes políticos internacionales, si bien su formación nunca fue como para llegar a pensar que Diego tiene preocupaciones de esa índole. Incluso llegó a presentar su propio programa de televisión, “La noche del 10”, que obtuvo importantes cuotas de audiencia en Argentina.
Las últimas noticias que he podido leer sobre “el Diego” dicen que su médico, Alfredo Cahe, anda preocupado porque Maradona ha vuelto a engordar y fuma cuatro puros habanos al día. Un problema al que debe poner solución, ya que su maltratado cuerpo no admite ya demasiados excesos. Maradona los hizo todos hace ya un tiempo, y ahora debe cuidar su salud si pretende seguir siendo una leyenda viva. Un periodista argentino sentenció hace un par de años que “Maradona no llegará a ser viejo”. Lo cierto es que su salud es muy frágil, sometida a demasiadas barbaridades, por una persona que nunca le dio verdadera importancia a nada. Tuvo cuanto soñó, pero todo lo dejó escapar. Lo peor puede ser que Diego no valore siquiera su propia vida, y termine cayendo de nuevo en viejas tentaciones que, esta vez, no le den una nueva oportunidad.
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