15 de noviembre de 2011

BIRI BIRI, LA LEYENDA DEL GOL NORTE DE NERVIÓN


Biri Biri
Cuando Alheji Momodo Njie cogió el avión en el aeropuerto de Copenhague en 1973, con destino a España, venía convencido de firmar su contrato como futbolista profesional por el Real Betis Balompié, que llevaba meses siguiendo sus pasos en Dinamarca, donde el onubense Juan Ramón Rodríguez entrenaba al Randers Freja. Sin embargo, por causas que nunca han llegado a aclararse del todo, Biri Biri, que así es como terminó siendo conocido el futbolista gambiano, acabó en las oficinas del Ramón Sánchez Pizjuán, fichando por el Sevilla C.F. Se dice que Juan Ramón Rodríguez, sevillista declarado, hizo las gestiones personalmente, en pleno vuelo Copenhague – Madrid, con el directivo del club de Nervión Paco Ramos, y cuando el jugador llegó a España, acompañado por el propio Rodríguez y su entrenador en Dinamarca, Kurt Nielsen, le informaron del cambio de planes. Biri Biri no conocía España, y mucho menos Sevilla ni sus equipos. Él venía para jugar en un equipo de Segunda División, por lo que no debió de resultar demasiado difícil convencerle para cambiar de un lado al otro del Guadalquivir. Y en Segunda División terminó, aunque en el bando contrario. Lo que Biri Biri nunca llegaría a imaginar es que su carisma calaría tan hondo en la siempre agradecida afición sevillista, hasta el punto de que hoy, treinta y cinco años después de su marcha, una peña con su nombre anima cada día de partido en el gol norte del Sánchez Pizjuán, y canta a su ídolo “con el Biri, Biri, Biri…” 

Primera licencia de Biri Biri con el Sevilla
Alheji Momodo Njie nació en Banjul, Gambia, el 30 de Marzo de 1948. Su sueño siempre fue ser futbolista, y se inició en el Augustians, un modestísimo equipo del país africano, en 1965. Cinco años después, el Derby County inglés, entrenado entonces por el mítico Brian Clough, le dio la oportunidad de acceder al fútbol profesional de primer nivel, pero Biri Biri no cuajó, y tuvo que volverse a Banjul, donde se enroló en el Wallidan, de la Primera División. Después de dos temporadas, surgió la oportunidad de volar de nuevo a Europa, aunque en esta ocasión sería a Dinamarca, un país en el que, por aquella época, aún no estaba permitido el profesionalismo, motivo por el cual Biri Biri tuvo bastantes problemas para jugar en sus primeros meses en el Boldklubben 1901. Una vez solucionados los problemas burocráticos, durante la temporada 1972 – 1973 pudo explotar su verdadero potencial en la competición danesa, ayudó a su equipo a ganar la Copa de Dinamarca, y su nombre empezó a sonar en equipos de las principales ligas europeas. Uno de los que más interés puso fue el Betis, y el resto de la historia, hasta llegar al Sevilla, ya la conocemos.

En un Sevilla - Betis, saltando con el portero bético, Esnaola
Así que el gambiano llegó al Sánchez Pizjuán para intentar el ascenso a Primera en un club que llevaba dos años sumido en una grave crisis institucional y deportiva. La primera temporada, 1973-74, Biri completó un curso extraño, con demasiados altibajos, y situaciones extradeportivas que le granjearon no pocas críticas y recelos de los sectores más intransigentes de la afición. Por motivos familiares, tuvo que realizar numerosos viajes a su país, y entre vuelo y vuelo perdió muchas sesiones de entrenamiento, y unos cuantos partidos. Sin embargo, cuando Biri Biri se enfundaba la vestimenta blanca inmaculada del Sevilla, su piel negra como el carbón hacía un exótico contraste que pronto empezó a cautivar a la hinchada. Un tipo singular, negro como pocos negros se veían en aquella época por los campos de fútbol españoles, con una sonrisa dibujada en sus labios que siempre invitaba al optimismo, y unos movimientos ágiles y veloces, que hacían del gambiano un jugador atractivo a los ojos del aficionado sevillista. Dicen quienes le vieron jugar que Biri Biri no fue un excelente goleador, ni tenía una técnica exquisita, ni siquiera su potencial físico era tan impresionante como para no haberlo visto antes en otros jugadores, pero Alheji tenía algo que nadie que hubiese venido de un país que ni siquiera muchos sabían colocar en un mapamundi había mostrado en nuestro fútbol. Tenía carisma, mucho carisma, y quizás por eso fue por lo que desde el principio ocupó un lugar privilegiado en los corazones de los aficionados sevillistas. Una afición que siempre ha demostrado una especial predilección por los futbolistas llegados desde lejos, como Anton Polster, Davor Suker, Diego Armando Maradona, Pablo Simeone, Iván Zamorano, Dani Alves, Frederic Kanouté, Luis Fabiano…  Con el paso de los años, un escocés, Ted McMinn, recaló en el Sánchez Pizjuán, fichado por el técnico Jock Wallace. McMinn no pasará a la historia del Sevilla como uno de los mejores futbolistas que pisaron Nervión, ni siquiera de los menos mejores, pero sí lo hará como un tipo que supo ganarse a la afición a base de esfuerzo y entrega en las escasas ocasiones que tuvo de lucir la camiseta sevillista, y sobre todo con mucha simpatía, algo que caracteriza a todos los sevillanos. Fiel a su tradición de evitar los nombres impronunciables de sus ídolos extranjeros, los aficionados rebautizaron a McMinn como “Manolín”, y así se quedó para siempre. Algo parecido ocurriría años después con uno de los mejores porteros de la Historia, fichado a finales de 1988, el ruso Rinat Dassaev, al que la grada terminó por llamar “Rafaé”, ante las dificultades que el acento andaluz les planteaba para pronunciar correctamente el apellido del meta tártaro. Dassaev no sólo caló hondo entre la afición sevillista, sino que las malas lenguas aseguran que su célebre afición al vodka (desde sus tiempos del Spartak de Moscú) derivó en otra que terminó siendo no menos conocida, en este caso a la manzanilla andaluza. Rinat Dassaev conoció a una sevillana en su etapa en Nervión, con la que, después de retirarse, se fue a vivir a Moscú, dejando en la ciudad del Guadalquivir a su esposa con sus dos hijas.

Biri Biri en acción
Volviendo con Biri Biri, y aterrizando por enésima vez en el aeropuerto de San Pablo, procedente de Banjul vía Madrid, estamos en la temporada 1974-75, la que realmente consagraría al gambiano como uno de los mayores ídolos del sevillismo para siempre. Con hombres como “Super” Paco en la portería, Fleitas, Montero, Enrique Loira, Víctor Espárrago o Pablo Blanco, y el argentino Roque Olsen al mando de la plantilla, el Sevilla echó el resto en busca del ascenso a Primera, que se resistía desde hacía tres temporadas. Biri Biri completó el mejor de sus cursos deportivos en toda su carrera, contribuyendo con su juego y sus goles al ascenso del cuadro andaluz. En el Sevilla – Cádiz, disputado en el Sánchez Pizjuán el 13 de Octubre de 1974, nació oficialmente la “Peña Biri Biri”, un grupo de aficionados especialmente bullangueros, que se situaban (y siguen haciéndolo treinta y siete años después), en el gol norte del estadio sevillista. El bueno de Biri, siempre generoso y agradecido, dio a su equipo la victoria aquella tarde con un gol que valió dos puntos. Con los años, el nombre de la peña fue variando, y hoy es conocida como “Peña Biris”. La denominación ha cambiado, pero la esencia y la devoción hacia el hombre que inspiró su creación siguen intactas como el primer día.

Su velocidad desbordó muchas defensas
Aquella temporada el Sevilla certificó su ascenso a Primera División en el José Zorrilla de Valladolid. Biri Biri se convirtió en el héroe de la afición, que incluso, después del Sevilla – Rayo Vallecano, en el que Alheji marcó el que fue seguramente gol más bello de su carrera, en un control – vaselina sin dejar caer la pelota al suelo, fue llevado a hombros por la afición desde el estadio hasta su residencia, como si de un torero en tarde grande se tratara, abriendo la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza de Caballería. Cumplió su sueño de jugar en Primera División con el Sevilla, la siguiente temporada, y tuvo que vérselas con los defensas de la época, como el madridista Goyo Benito, a quien Biri Biri, en uno de sus enfrentamientos, llegó a suplicarle: “Por favor, señor Benito, no me pegue más…” Al término de esa campaña, Biri Biri comenzó de nuevo a estar más pendiente de lo canutas que su familia lo estaba pasando en su país natal, y de nuevo el avión Sevilla – Madrid – Banjul fue su lugar habitual de residencia. La afición, con el recuerdo aún presente de las tardes de buen fútbol que su ídolo les había ofrecido en la temporada del ascenso, fue paciente y muy transigente con el jugador, siempre con la esperanza de que Biri Biri volviese a asentarse en su hogar hispalense, con los cinco sentidos puestos en su trabajo. Pero él, sabedor de que debía aprovechar su carisma, intentó persuadir a la directiva sevillista para intentar una mejora de su contrato. Lejos de acceder a las peticiones del futbolista, le exigieron centrarse en los entrenamientos y los partidos, antes de hablar de renovaciones al alza, lo cual provocó un resentimiento en Biri Biri, que al término de la temporada 1977-78 abandonó Sevilla, para volver a Dinamarca, al Herfolge Boldkluben. En 1981, después de una discreta experiencia en el país nórdico, volvería a Banjul, para quedarse definitivamente. Fichó por el Wallidan, el equipo de sus orígenes, en el que jugaría hasta 1987. Cuando Biri Biri regresó  a su país en 1981, lo hizo siendo toda una personalidad.  Quince años después de empezar a jugar al fútbol en las peladas llanuras africanas, había cumplido el mayor de sus sueños, ser futbolista profesional, siendo además el primer gambiano en conseguirlo. Sus aptitudes técnicas, físicas, y sobre todo personales, lo habían hecho posible, convirtiéndolo en un hombre carismático en cuantos lugares jugó. Ese carisma le haría, años después de su retirada, Ministro de Deportes de Gambia.

Firmando autógrafos en una Peña sevillista
En varias ocasiones, Biri Biri ha vuelto a Sevilla, al Sánchez Pizjuán, para ver jugar al equipo que puso su nombre en la Historia del fútbol, y que situó en el mapa un país que, antes de su fichaje, poca gente sabía exactamente que estaba en África. Hace unos años, intentó que su hijo siguiese sus pasos, trayéndole a prueba, pero el Sevilla finalmente no lo incorporó a sus categorías inferiores. Cuando viene a Nervión, a Biri Biri le gusta ir con su gente, con los hinchas del gol norte, entre los que se mezcla, baila y canta, como uno más. Muchos de los que allí cantan y bailan con él nunca le vieron jugar, la mayoría ni había nacido cuando llegó al aeropuerto de San Pablo aquella tarde de 1973, pero, a través de quienes trajeron la devoción desde aquella época hasta hoy, siguen sintiendo el mismo respeto y el mismo cariño por un hombre que en apenas tres años se metió a toda una ciudad en el bolsillo, y la llevó con él a todas partes para siempre.

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