Biri Biri |
Cuando Alheji Momodo Njie cogió el avión en
el aeropuerto de Copenhague en 1973, con destino a España, venía convencido de
firmar su contrato como futbolista profesional por el Real Betis Balompié, que
llevaba meses siguiendo sus pasos en Dinamarca, donde el onubense Juan Ramón Rodríguez
entrenaba al Randers Freja. Sin embargo, por causas que nunca han llegado a
aclararse del todo, Biri Biri, que así es como terminó siendo conocido el
futbolista gambiano, acabó en las oficinas del Ramón Sánchez Pizjuán, fichando
por el Sevilla C.F. Se dice que Juan Ramón Rodríguez, sevillista declarado,
hizo las gestiones personalmente, en pleno vuelo Copenhague – Madrid, con el
directivo del club de Nervión Paco Ramos, y cuando el jugador llegó a España,
acompañado por el propio Rodríguez y su entrenador en Dinamarca, Kurt Nielsen,
le informaron del cambio de planes. Biri Biri no conocía España, y mucho menos
Sevilla ni sus equipos. Él venía para jugar en un equipo de Segunda División,
por lo que no debió de resultar demasiado difícil convencerle para cambiar de
un lado al otro del Guadalquivir. Y en Segunda División terminó, aunque en el
bando contrario. Lo que Biri Biri nunca llegaría a imaginar es que su carisma
calaría tan hondo en la siempre agradecida afición sevillista, hasta el punto
de que hoy, treinta y cinco años después de su marcha, una peña con su nombre
anima cada día de partido en el gol norte del Sánchez Pizjuán, y canta a su
ídolo “con el Biri, Biri, Biri…”
Primera licencia de Biri Biri con el Sevilla |
Alheji Momodo Njie nació en Banjul, Gambia,
el 30 de Marzo de 1948. Su sueño siempre fue ser futbolista, y se inició en el
Augustians, un modestísimo equipo del país africano, en 1965. Cinco años
después, el Derby County inglés, entrenado entonces por el mítico Brian Clough,
le dio la oportunidad de acceder al fútbol profesional de primer nivel, pero
Biri Biri no cuajó, y tuvo que volverse a Banjul, donde se enroló en el
Wallidan, de la Primera División. Después de dos temporadas, surgió la
oportunidad de volar de nuevo a Europa, aunque en esta ocasión sería a
Dinamarca, un país en el que, por aquella época, aún no estaba permitido el
profesionalismo, motivo por el cual Biri Biri tuvo bastantes problemas para
jugar en sus primeros meses en el Boldklubben 1901. Una vez solucionados los
problemas burocráticos, durante la temporada 1972 – 1973 pudo explotar su
verdadero potencial en la competición danesa, ayudó a su equipo a ganar la Copa
de Dinamarca, y su nombre empezó a sonar en equipos de las principales ligas
europeas. Uno de los que más interés puso fue el Betis, y el resto de la
historia, hasta llegar al Sevilla, ya la conocemos.
En un Sevilla - Betis, saltando con el portero bético, Esnaola |
Así que el gambiano llegó al Sánchez Pizjuán
para intentar el ascenso a Primera en un club que llevaba dos años sumido en
una grave crisis institucional y deportiva. La primera temporada, 1973-74, Biri
completó un curso extraño, con demasiados altibajos, y situaciones
extradeportivas que le granjearon no pocas críticas y recelos de los sectores
más intransigentes de la afición. Por motivos familiares, tuvo que realizar
numerosos viajes a su país, y entre vuelo y vuelo perdió muchas sesiones de
entrenamiento, y unos cuantos partidos. Sin embargo, cuando Biri Biri se
enfundaba la vestimenta blanca inmaculada del Sevilla, su piel negra como el carbón
hacía un exótico contraste que pronto empezó a cautivar a la hinchada. Un tipo
singular, negro como pocos negros se veían en aquella época por los campos de
fútbol españoles, con una sonrisa dibujada en sus labios que siempre invitaba
al optimismo, y unos movimientos ágiles y veloces, que hacían del gambiano un
jugador atractivo a los ojos del aficionado sevillista. Dicen quienes le vieron
jugar que Biri Biri no fue un excelente goleador, ni tenía una técnica
exquisita, ni siquiera su potencial físico era tan impresionante como para no
haberlo visto antes en otros jugadores, pero Alheji tenía algo que nadie que
hubiese venido de un país que ni siquiera muchos sabían colocar en un mapamundi
había mostrado en nuestro fútbol. Tenía carisma, mucho carisma, y quizás por
eso fue por lo que desde el principio ocupó un lugar privilegiado en los
corazones de los aficionados sevillistas. Una afición que siempre ha demostrado
una especial predilección por los futbolistas llegados desde lejos, como Anton
Polster, Davor Suker, Diego Armando Maradona, Pablo Simeone, Iván Zamorano,
Dani Alves, Frederic Kanouté, Luis Fabiano… Con el paso de los años, un escocés, Ted
McMinn, recaló en el Sánchez Pizjuán, fichado por el técnico Jock Wallace.
McMinn no pasará a la historia del Sevilla como uno de los mejores futbolistas
que pisaron Nervión, ni siquiera de los menos mejores, pero sí lo hará como un
tipo que supo ganarse a la afición a base de esfuerzo y entrega en las escasas
ocasiones que tuvo de lucir la camiseta sevillista, y sobre todo con mucha simpatía, algo que caracteriza a todos los sevillanos. Fiel a su tradición de
evitar los nombres impronunciables de sus ídolos extranjeros, los aficionados
rebautizaron a McMinn como “Manolín”, y así se quedó para siempre. Algo
parecido ocurriría años después con uno de los mejores porteros de la Historia,
fichado a finales de 1988, el ruso Rinat Dassaev, al que la grada terminó por
llamar “Rafaé”, ante las dificultades que el acento andaluz les planteaba para
pronunciar correctamente el apellido del meta tártaro. Dassaev no sólo caló
hondo entre la afición sevillista, sino que las malas lenguas aseguran que su
célebre afición al vodka (desde sus tiempos del Spartak de Moscú) derivó en
otra que terminó siendo no menos conocida, en este caso a la manzanilla andaluza.
Rinat Dassaev conoció a una sevillana en su etapa en Nervión, con la que,
después de retirarse, se fue a vivir a Moscú, dejando en la ciudad del
Guadalquivir a su esposa con sus dos hijas.
Biri Biri en acción |
Volviendo con Biri Biri, y aterrizando por
enésima vez en el aeropuerto de San Pablo, procedente de Banjul vía Madrid,
estamos en la temporada 1974-75, la que realmente consagraría al gambiano como
uno de los mayores ídolos del sevillismo para siempre. Con hombres como “Super”
Paco en la portería, Fleitas, Montero, Enrique Loira, Víctor Espárrago o Pablo
Blanco, y el argentino Roque Olsen al mando de la plantilla, el Sevilla echó el
resto en busca del ascenso a Primera, que se resistía desde hacía tres
temporadas. Biri Biri completó el mejor de sus cursos deportivos en toda su
carrera, contribuyendo con su juego y sus goles al ascenso del cuadro andaluz.
En el Sevilla – Cádiz, disputado en el Sánchez Pizjuán el 13 de Octubre de
1974, nació oficialmente la “Peña Biri Biri”, un grupo de aficionados
especialmente bullangueros, que se situaban (y siguen haciéndolo treinta y
siete años después), en el gol norte del estadio sevillista. El bueno de Biri,
siempre generoso y agradecido, dio a su equipo la victoria aquella tarde con un
gol que valió dos puntos. Con los años, el nombre de la peña fue variando, y
hoy es conocida como “Peña Biris”. La denominación ha cambiado, pero la esencia
y la devoción hacia el hombre que inspiró su creación siguen intactas como el
primer día.
Su velocidad desbordó muchas defensas |
Aquella temporada el Sevilla certificó su
ascenso a Primera División en el José Zorrilla de Valladolid. Biri Biri se
convirtió en el héroe de la afición, que incluso, después del Sevilla – Rayo Vallecano,
en el que Alheji marcó el que fue seguramente gol más bello de su carrera, en
un control – vaselina sin dejar caer la pelota al suelo, fue llevado a hombros
por la afición desde el estadio hasta su residencia, como si de un torero en
tarde grande se tratara, abriendo la Puerta del Príncipe de la Real Maestranza
de Caballería. Cumplió su sueño de jugar en Primera División con el Sevilla, la
siguiente temporada, y tuvo que vérselas con los defensas de la época, como el
madridista Goyo Benito, a quien Biri Biri, en uno de sus enfrentamientos, llegó
a suplicarle: “Por favor, señor Benito, no me pegue más…” Al término de esa
campaña, Biri Biri comenzó de nuevo a estar más pendiente de lo canutas que su
familia lo estaba pasando en su país natal, y de nuevo el avión Sevilla –
Madrid – Banjul fue su lugar habitual de residencia. La afición, con el
recuerdo aún presente de las tardes de buen fútbol que su ídolo les había
ofrecido en la temporada del ascenso, fue paciente y muy transigente con el
jugador, siempre con la esperanza de que Biri Biri volviese a asentarse en su
hogar hispalense, con los cinco sentidos puestos en su trabajo. Pero él, sabedor
de que debía aprovechar su carisma, intentó persuadir a la directiva sevillista
para intentar una mejora de su contrato. Lejos de acceder a las peticiones del
futbolista, le exigieron centrarse en los entrenamientos y los partidos, antes
de hablar de renovaciones al alza, lo cual provocó un resentimiento en Biri
Biri, que al término de la temporada 1977-78 abandonó Sevilla, para volver a Dinamarca,
al Herfolge Boldkluben. En 1981, después de una discreta experiencia en el país
nórdico, volvería a Banjul, para quedarse definitivamente. Fichó por el
Wallidan, el equipo de sus orígenes, en el que jugaría hasta 1987. Cuando Biri
Biri regresó a su país en 1981, lo hizo siendo
toda una personalidad. Quince años después
de empezar a jugar al fútbol en las peladas llanuras africanas, había cumplido
el mayor de sus sueños, ser futbolista profesional, siendo además el primer
gambiano en conseguirlo. Sus aptitudes técnicas, físicas, y sobre todo
personales, lo habían hecho posible, convirtiéndolo en un hombre carismático en
cuantos lugares jugó. Ese carisma le haría, años después de su retirada,
Ministro de Deportes de Gambia.
Firmando autógrafos en una Peña sevillista |
En varias ocasiones, Biri Biri ha vuelto a
Sevilla, al Sánchez Pizjuán, para ver jugar al equipo que puso su nombre en la
Historia del fútbol, y que situó en el mapa un país que, antes de su fichaje,
poca gente sabía exactamente que estaba en África. Hace unos años, intentó que su hijo siguiese sus pasos, trayéndole a prueba, pero el Sevilla finalmente no lo incorporó a sus categorías inferiores. Cuando viene a Nervión, a
Biri Biri le gusta ir con su gente, con los hinchas del gol norte, entre los
que se mezcla, baila y canta, como uno más. Muchos de los que allí cantan y
bailan con él nunca le vieron jugar, la mayoría ni había nacido cuando llegó al
aeropuerto de San Pablo aquella tarde de 1973, pero, a través de quienes
trajeron la devoción desde aquella época hasta hoy, siguen sintiendo el mismo
respeto y el mismo cariño por un hombre que en apenas tres años se metió a toda
una ciudad en el bolsillo, y la llevó con él a todas partes para siempre.
Cojonudo el artículo!! si señor
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