20 de diciembre de 2010

Y A TODO ESTO… EL INTER ES CAMPEÓN DEL MUNDO

No sé si alguien se habrá enterado, pero el Inter de Milán se proclamó el Sábado Campeón del Mundo de clubes en Abu Dabi. El equipo de Rafa Benítez doblegó al Mazembe congoleño por un claro 3-0 en la Final disputada en el Estadio Zayed Sports City de la capital de los Emiratos Árabes. Por vez primera en la Historia, un equipo no europeo y no sudamericano accedía a la Final del Torneo, que desde el año 2005 se disputa sin interrupción con el formato actual, reuniendo a  los seis ganadores continentales más el Campeón del país anfitrión del torneo. La noticia ha pasado de puntillas por todas las redacciones de deportes del Mundo, algo que viene siendo ya tristemente habitual en un torneo que sigue sin atraer la atención de casi nadie.
El Mundial de Clubes nació con la idea de permitir a los campeones continentales de Asia, África, Concacaf (América del Norte, Central y Caribe) y Oceanía, competir en igualdad de condiciones con los sudamericanos y europeos por el honorífico título de “Mejor equipo del Mundo”. La Intercontinental se creó en 1960 con el propósito de otorgar ese título, que se suponía entre los campeones continentales de Sudamérica y Europa, sobre todo porque en el resto del Mundo el fútbol, o no existía, o se encontraba aún en fase de construcción. Durante años, aquel viejo trofeo que empezó a disputarse a doble vuelta, dio lugar a memorables partidos entre los grandes equipos de la época. Los mejores jugadores del momento le dieron lustre. Eusebio, Pelé, Di Stéfano, Cruyff, Beckenbauer, Charlton… entre otros cientos de grandes futbolistas, otorgaron un merecido prestigio al torneo, que comenzó a perder cuando la mercadotecnia se apropió de él en 1980, por medio de la marca automovilista Toyota. Esta fijó la sede permanente de la Copa Intercontinental en Tokio, e incluso llegó a cambiar su denominación original por la de “Copa Toyota”. Desde ese año, el título se decidió a un solo partido, siempre en el Estadio Olímpico Nacional de la capital nipona.
El mundo del fútbol maneja unos códigos internos muy arraigados, y en aquellos años todavía era reacio a socavar las culturas de su identidad. Hoy en día todo nos parece más normal, y aquellas culturas de la identidad han sido casi todas horadadas. Los cambios de nombres de competiciones, de estadios, incluso de los propios clubes, las modificaciones de formatos en las competiciones que poco o nada aportan a la calidad del espectáculo, aunque sí a la cantidad, todo en pos de un buen contrato de marketing que permita llenar las arcas con las que poder subsistir a los exagerados dispendios que exige el gigantesco circo en que el fútbol se ha convertido.
Esa pérdida de la cultura de identidad significó para la Copa Intercontinental un lento decaer en su significado. Los clubes comenzaron a ver este torneo más como un bache en el camino de un cada vez más tortuoso calendario anual de partidos que como una competición prestigiosa, en la que se decidía, ni más ni menos, que el “Mejor equipo del Mundo”. El cambio de nombre por cuestiones de marketing, el hecho de tener que viajar al siempre a desmano Tokio, la certeza de que el partido tendría una buena repercusión en Japón, pero muy poca fuera de los países a los que los equipos participantes representaban… fueron razones que sumaron, una tras otra, hasta convertir la Intercontinental en un negocio farragoso para todos.
Así que la FIFA, llegado el cambio de milenio, optó por intentar renacer el trofeo, aunque ahora ya, dando oportunidades a todo el mundo, y nunca mejor dicho. Ya no serían sólo los representantes de Sudamérica y Europa, como lo habían sido durante cuarenta años, sino también los del resto de continentes. Tampoco Tokio sería sede permanente. La FIFA, tan hábil en estos asuntos como interesadamente torpe para otros, se llevaría el Mundial de Clubes allí donde más rentabilidad se obtuviese. Las tres primeras ediciones fueron en Japón. Para las dos siguientes, se trasladó el circo a los Emiratos Árabes, en busca de los petrodólares. Como no podía ser de otra manera, también la FIFA decidió el formato de competición, muy “a su manera”. El representante sudamericano y el europeo ocuparían una plaza fija en cada una de las Semifinales. El resto de participantes se irían eliminando hasta llegar a enfrentarse a ellos.  Es decir, a unos les basta con dos partidos para ser los “mejores del Mundo”. Otros necesitan tres… o cuatro.
Este año ha ganado el Inter, que sucede al F.C. Barcelona en el palmarés. Manchester United, Milan, Internacional de Porto Alegre, Sao Paulo y Corinthians fueron los otros Campeones de un torneo que sigue sin gozar del prestigio de los primeros años de la Intercontinental. Se empieza a hablar de falta de rentabilidad, y la FIFA no va a consentirlo. Si el Mundial de Clubes sigue dando pérdidas, la guillotina de Blatter caerá sobre su cabeza.

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